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22 de junio de 2016

La sonrisa de Lucía

Llevo días pensando en cómo escribir esta entrada y sigo sin saber muy bien cómo afrontarla porque han sido momentos muy duros, porque no sé si os va a interesar y tampoco quiero que sea muy larga. Pero aquí estoy, a las 7 de la mañana de un 22 de junio, sentada delante del ordenador y con la puerta del estudio abierta por si mi pequeña Lucía se despierta y empieza a llorar.

Quizás debería haber empezado diciendo que un día como hoy, hace cuatro meses, dí a luz a una preciosa niña a la que hemos llamado Lucía. Tuve un parto maravilloso, natural, acompañada por mi medio pomelo, casi el parto soñado (si os interesa el tema, os puedo hablar sobre mi parto y cómo me preparé para él, solo tenéis que ponerlo en los comentarios).Y digo casi porque sabíamos que Lucía venía con una comunicación interventricular y estábamos preocupados a pesar de que en el embarazo no nos lo pintaron muy mal.

Lucía unas horas después de nacer.
Lucía nació muy bien así que estuvimos un rato en reanimación y de ahí nos fuimos a la habitación. Al principio todo marchaba genial, pero conforme fue pasando la noche, cada vez estaba más inquieta: respiraba como si estuviese fatigada, solo estaba tranquila cuando la tenía en brazos pero en posición vertical, lloraba de manera muy bajita, como si le doliese algo. Como mamá primeriza y como los pediatras nos habian dicho que estaba bien pues yo lo achacaba a que tenía hambre o estaba incómoda, en fin, a cosa de bebés. Pero por la mañana se puso peor, más rara y, cuando la bajamos a que la viera el cardiólogo, nuestro mundo se vino abajo. Además de la CIV, Lucía venía con una coartación de la aorta severa, tenía unja hipertrofia del ventrículo izquierdo y necesitaba ser operada de urgencia.

Y todo se precipitó. Menos de 24 horas después de haber dado a luz, me pedí el alta voluntaria y nos fuimos a Córdoba, al Hospital Reina Sofia, donde trasladaron a mi bebé. No recuerdo bien esos momentos, creo que mi cerebro los ha dispersado en una nebulosa para que no sea tan doloroso. Ni siquiera recuerdo sentir dolor físico a pesar de que había dado a luz unas horas antes.

Lucía con dos días de vida, antes de ser intervenida por primera vez
La operaron de la coartación con 4 días, un 26 de febrero. Pero la cirugía no salió bien: a pesar de todas las pruebas que le habían hecho, la coartación era más estrecha y larga de lo que se esperaban. No sabían cómo iba a evolucionar, ni cómo iba a ser la recuperación. Lo único que teníamos claro es que en el mejor de los casos podría aguantar unos meses para que ganase peso y pudiese ser intervenida de nuevo con algo más de garantías. Era una extracorpórea: una operación muy complicada y larga porque además de corregir la coartación tendrían que corregir la CIV.

Nos tiramos 35 días en la UCIP y durante muchos días Lucía estuvo colgando de un alambre: problemas con los riñones, varias intubaciones y extubaciones, transfusiones de sangre, otra cirugía más porque el diafragma se le había quedado paralizado... Sin embargo, nunca perdimos la esperanza y en nuestra mente solo habia un pensamiento: volver con Lucía a casa. 



Y entonces Lucía empezó a mejorar y nos pasaron a neonatos. No nos lo creíamos, estabamos felices porque nuestra pequeña iba mejor, nos íbamos a ir a casa... pero no fue así. A las dos semanas de estar en neonatos se puso muy malita y nos dijeron lo que más temíamos, que no aguantaba, que iban a tener que hacer la operación definitiva ya porque se le estaba atrofiando también el ventrículo derecho. Y que no sabían si iba a tolerar la operación y el postoperatorio.


Y ahí me vine abajo, pensé que no lo iba a superar, que era muy pequeña para esa operación, que en menos de dos meses ya había pasado dos veces por quirófano. No quería verla sufrir más. Porque habíamos visto sufrir a muchos niños allí y habiámos compartido ese sufrimiento con sus papás. Porque lo más duro que hay en el mundo es ver a un hijo en esas condiciones. Y estuve a punto de tirar la toalla en el momento en que mi hija más me necesitaba. Creo que nunca he llorado más en mi vida, ni me he sentido tan sola y desamparada. Realmente no hay palabras para expresar cómo me sentí en esos momentos. Estaba completamente rota por dentro

Pero fueron solo eso, momentos. Porque si algo he aprendido allí es que no se puede tirar la toalla mientras ellos luchan. Hay que estar a su altura, ser fuertes y tener siempre una sonrisa en la cara y en el corazón. Porque ellos lo notan y lo sienten y necesitan que estemos fuertes para ellos. Porque ver una sonrisa en su cara hace que todo, todo valga la pena. 

Le hicieron la cirugía definitiva un 25 de abril y todo salió más que bien. Después de otros tantos días en UCIP, nos mandaron a planta. Y allí, por fin, pude coger a mi pequeña Lucía y estar con ella las 24 horas del día. Y ejercer de mamá. En planta también nos llevamos algún que otro susto, pero se quedó solo en eso y el viernes 27 de mayo nos dieron el alta y nos vinimos a casa. 

Foto en la UCIP después de la 3 operación, antes de pasarnos a planta

Foto tomada recién llegados a planta. Lucía todavía tenía el oxígeno además de la sonda de alimentación
Lucía con su papá ya sin oxígeno pero con sonda (nos fuimos a casa con la sonda nasogástrica)

Han sido los peores 92 días de mi vida. Pero también ha habido cosas buenas y es que si sabes mirar siempre las hay:

  • He aprendido mucho sobre sobre mi misma, de la capacidad que tengo para superarme y reponerme, de lo mucho que me ha ayudado el esforzarme en ser optimista, de lo que realmente es importante en esta vida.
  • He aprendido mucho de la gente me rodea, incluso de personas que no son cercanas a mi y que, sin embargo, se han volcado en nosotros. A ellos solo puedo darles las gracias de corazón porque, aunque no soy una persona creyente, agradezco cada oración y cada pensamiento que le han dedicado a mi pequeña Lucía.
  • Me he dado cuenta de la relación tan sólida y fuerte que tengo con mi marido, de lo mucho que nos amamos y cómo nos apoyamos y tiramos el uno del otro. Si hemos superado esto con tanto amor, nuestra relación es a prueba de bombas.
  • He conocido a gente bella de verdad, que te da lecciones de vida y te enseña que la bondad realmente existe, desinteresadas, fuertes, solidarias.
  • He sido consciente de la suerte que tenemos con nuestro sistema de Sanidad porque hay magníficos profesionales que, además, son personas increibles y porque en otro país mi hija hubiese muerto sin tener ni una sola posibilidad. 

Y con esto es con lo que quiero que os quedeis, que incluso de las experiencias más dolorosas y traumáticas hay una enseñanza que podemos aprovechar, que la vida es preciosa y única, que hay que vivirla con amor y hay que aprovecharla. No dejéis que nadie os intente convencer de lo contrario porque os estarán contando una mentira. Eso es lo que le digo a Lucía todas las noches al oido, mientras duerme entre su papá y yo. 




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